Cambio climático, en misión contra la desertificación

Cambio climático, en misión contra la desertificación

Descubre con el profesor Filippo Giorgi del ICTP la importancia de la investigación sobre el cambio climático y las energías renovables en la lucha contra la desertificación

Con los ojos hacia al cielo para interrogar a las nubes, al sol y al viento esperando el buen tiempo o la lluvia. Antes eran campesinos y marineros quienes observaban el horizonte para prever tormentas o bonanza y los cambios de las estaciones.

Hoy en día, son complejos modelos físico-matemáticos apoyados por la digitalización y la potencia de cálculo de ordenadores ultrarrápidos, los que nos ayudan a elaborar con velocidad escenarios a mediano y largo plazo sobre los efectos del cambio climático en la sociedad, la economía y la producción de energía.

Para aprovechar las oportunidades que brindan la investigación y la tecnología en este sector, a comienzos de 2018 nuestro Grupo firmó un acuerdo con el ICTP - The Abdus Salam International Centre for Theoretical Physics, de Trieste, en Italia, y su equipo de físicos y climatólogos dirigidos por el profesor Filippo Giorgi.

Una colaboración útil para orientar nuestra estrategia de crecimiento a largo plazo y una herramienta que nos ayudará a sensibilizar a cada vez más personas, empezando por nuestras partes interesadas, sobre la necesidad de dirigir la transición energética hacia la electrificación y la producción de fuentes renovables. Una misión entre ciencia, finanzas, industria y difusión para luchar contra las consecuencias del cambio climático. Entre ellas, la progresiva desertificación de los suelos.

En 1995, las Naciones Unidas, un año después de la firma en París de la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación (United Nations Convention to Combat Desertification - UNCCD), proclamaron el 17 de junio Día Mundial de Lucha contra la Desertificación (World Day to Combat Desertification – WDCD).

 

¿Qué tiempo hará?

El cambio climático es una evidencia científica innegable, cuya percepción, sin embargo, sigue siendo poco clara para la opinión pública, quizás por la generalizada confusión existente entre el concepto de “previsión meteorológica” y “escenarios climáticos”.

“Ya sabemos que no es posible prever físicamente como se desarrollará el tiempo en un plazo superior a 10 días. Esto sucede porque el sistema climático-atmosférico no es lineal e incluso pequeñas perturbaciones pueden modificar las previsiones. Por lo tanto, es legítimo plantearse lo siguiente: si no es posible predecir el tiempo que hará dentro de diez días, ¿cómo pretendemos prever el clima dentro de 30, 40 ó 100 años? En realidad, estamos hablando de dos cosas muy diferentes”. Nos lo explica el profesor Filippo Giorgi, uno de los mayores expertos mundiales en clima, a quien encontramos en la sede del ICTP, inmerso en el verde del Parque del Castillo de Miramar de Trieste. Puerto y ciudad fronteriza, multicultural y centroeuropea, Trieste fue elegida en 1964 por el físico y premio Nobel paquistaní Abdus Salam para acoger a físicos y científicos. Hoy, el Instituto es un centro de excelencia, punto de encuentro de jóvenes estudiosos procedentes de todo el mundo, equipado con tecnologías de vanguardia, donde se ha creado el SciFabLab, un laboratorio científico abierto al público y a las escuelas donde es posible ver de cerca las maravillas de la física a través de simuladores ambientales y reproducciones de modelos matemáticos realizados con impresoras 3D.

“Los físicos estudian el clima a través de modelos de análisis y datos estadísticos relativos a fenómenos atmosféricos analizados durante largos periodos de tiempo y elaboran escenarios sobre cómo podría variar el clima con respecto al aumento de la concentración de CO2 en la atmósfera”
Filippo Giorgi, Giorgi, responsable del departamento de física de los sistemas terrestres del ICTP 
 

La investigación sobre el clima ha remarcado cómo el incremento de los gases de efecto invernadero en la atmósfera ha ocasionado una aceleración anómala del aumento de las temperaturas con respecto al ciclo natural: normalmente, la alternancia entre periodos glaciales (con temperaturas unos 5-6 grados más bajas que las actuales) y periodos interglaciares (más templados) se produce en un periodo de decenas de millones de años. El fenómeno que los científicos registran hoy es una perturbación en las condiciones climáticas provocada por el aumento de los gases de efecto invernadero que, en menos de un siglo, han generado un aumento de más de un grado de la temperatura media global de nuestro planeta. Un periodo de tiempo insignificante si lo comparamos con las condiciones naturales del crecimiento de la temperatura en las eras geológicas.

Los modelos climáticos se utilizan para medir los efectos de esta aceleración repentina, a través de la elaboración de diferentes escenarios sobre los posibles efectos del cambio climático: desde el escenario que tiene en cuenta los compromisos del acuerdo firmado en París en 2015 que plantea una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero para mantener el calentamiento global por debajo de los 2°C respecto a los valores preindustriales, hasta los escenarios llamados “business as usual” (o sea, con niveles de emisiones de CO2 sin cambios) que estiman un aumento de la temperatura global en las próximas décadas de unos 4-5 grados respecto a los valores actuales.

“Si el escenario business as usual se produjese, el riesgo sería volver a las mismas condiciones climáticas que estaban presentes en la era de los dinosaurios, lo que supone un clima mucho más cálido con niveles de CO2 muy elevados. – es la advertencia de Giorgi – Hoy estamos devolviendo a la atmósfera lo que la naturaleza tardó millones de años en quitarle”.

 

Del deshielo de los glaciares a la desertificación

Para nuestro planeta son tres los riesgos principales que determinan el cambio climático: en primer lugar, el deshielo de los glaciares, la principal reserva de agua dulce de la que disponemos, indispensable para la vida. En segundo lugar, un riesgo directamente relacionado con el primero, el aumento del nivel del mar: los escenarios indican que en el próximo siglo, el nivel del mar aumentará hasta un máximo de un metro, lo que significa que ciudades como Venecia, países como Bangladesh y metrópolis costeras como Shanghai o Nueva York quedarán sumergidas bajo el mar. Por último, la aparición de fenómenos atmosféricos cada vez más extremos e imprevisibles, con precipitaciones repentinas e intensas y periodos de sequía.

La desertificación, el desarrollo de tierras áridas y el incremento de áreas con escasa disponibilidad de agua (“dryland” en inglés), constituye una de las principales consecuencias del cambio climático. Las fuentes de agua subterránea escasean y aumentan los episodios de sequía, que son cada vez más amplios. De acuerdo con los datos del UNCCD, cada año perdemos 75.000 millones de toneladas de terreno fértil debido a la explotación del suelo, mientras que la sequía convierte en desierto unos 12 millones de hectáreas de terreno, un área que podría producir 20 millones de toneladas de trigo. La desertificación y la degradación de los suelos producen cada año pérdidas en términos de crecimiento económico por un valor de 42.000 millones de dólares. Los suelos áridos constituyen hoy el 40% de nuestro planeta y afectan a más de 100 países en el mundo, en los que viven unas 2.300 millones de personas.

En las zonas vulnerables del planeta los efectos del sobrecalentamiento global son aún más evidentes. En un reciente artículo, Monique Barbut, Secretaria ejecutiva de la Convención de las Naciones Unidas para la lucha contra la desertificación, destaca que el cambio climático también genera conflictos y fenómenos migratorios masivos, resultado de hambrunas y pérdidas de productividad del suelo. En realidad, la tierra es un valor que hay que proteger y en el que hay que invertir. Y es este es el lema elegido para celebrar el Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación de 2018: “La tierra es un valor concreto – invierte en ella” (“Land has true value – invest in it”).  

 

El árbol de la vida

Pero incluso los suelos que la explotación y el clima hicieron áridos pueden volver a ser fértiles. Innovación, investigación y el esfuerzo de instituciones internacionales como la Unión Africana, la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación, la FAO, el Banco Mundial y la Unión Europea, han hecho posible que el suelo africano pueda renacer. Una gran cantidad de árboles plantados en zonas desertificadas entre el Sahel y el Cuerno de África, han devuelto la productividad a estas tierras reduciendo la aridez del suelo y tiñendo de verde el desierto. Las comunidades que viven en territorios vulnerables tienen que aprovechar esta oportunidad, comenta Barbut. Por eso surgió el Land Degradation Neutrality (LDN Fund), un fondo para la innovación lanzado el año pasado que, combinando recursos públicos y privados, apuesta a financiar proyectos sostenibles de gestión del territorio, conservación de las tierras y recuperación de aquellas degradadas en todo el mundo.

 

La física y los motivos para utilizar las energías renovables

El proyecto Climate Change and Resilience, que sienta la base de la colaboración bienal acordada entre nuestra empresa y el equipo del ICTP, está dirigido a obtener informaciones y establecer posibles escenarios a través del análisis de parámetros climáticos como eventos atmosféricos extremos, aumento de la temperatura del aire y del mar, cantidad de precipitaciones anuales y frecuencia de los periodos de sequía. Los investigadores del Instituto elaborarán una serie de simulaciones de escenarios climáticos que permitirán a nuestra empresa llevar a cabo análisis sobre la resiliencia de nuestros activos y nuestro negocio a medio y largo plazo (2020-2050).

Los escenarios serán elaborados a escala regional, prestando particular atención sobre algunas áreas de interés específicas de nuestro Grupo, concretamente Italia, España y Sudamérica.

El proyecto surge en el marco de la adhesión de nuestra empresa a la Task Force on Climate-related Financial Disclosures (TCFD), dirigida por el antiguo alcalde de Nueva York Michael Bloomberg, impulsada en 2015 por el Financial Stability Board (FSB), a la demanda de los Gobernadores de los Bancos Centrales y los Ministros de Hacienda de los países del G20. Su finalidad es definir una comunicación clara de los impactos financieros relacionados con el riesgo climático para orientar las inversiones en apoyo a una estrategia de crecimiento sostenible a largo plazo.

Invertir cada vez más para hacer eficiente la producción de energía, apostando por energías renovables y digitalización de las redes equivale a plantar árboles en suelos áridos para luchar contra la desertificación. Un paso obligado para descarbonizar el mix energético y hacer la producción más sostenible en términos ambientales, sociales y económicos.