Made in Italy, la perfección del círculo

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Existe una excelencia italiana que aún no se reconoce como tal, un Made in Italy que vale mucho pero del que se dice poco. De esta experiencia se habla en “100 Italian circular economy stories”, un informe sobre economía circular realizado por Enel y por la Fundación Symbola. Es el tercer capítulo de una colaboración que comenzó en 2016 con un libro sobre economía verde y que continuó el año pasado con la publicación de un volumen dedicado a la movilidad eléctrica.

Desde la letra A de Armario Verde hasta la letra Z de Zero Waste (desperdicio cero). Un censo de lo mejor de “una Italia que construye a Italia”, según las palabras pronunciadas por Ermete Realacci, fundador de Symbola, al presentar el informe junto al Consejero Delegado y Director General de nuestro Grupo, Francesco Starace.

Un predominio que se refleja también en los números. Según Eurostat, en comparación a los grandes países europeos, Italia posee la mayor cuota de materia circular utilizada por el sistema productivo: casi un quinto del total (18,5%) delante de Alemania (10,7%). Además, con sus 256,3 toneladas por millón de euros, es el país con mayor eficiencia de consumo de materia luego de Gran Bretaña y el segundo, después de Alemania, por su reciclaje industrial, con sus 48,5 millones de toneladas de residuos no peligrosos destinados al reciclaje (mejor que Francia, Gran Bretaña y España). Esta recuperación le permite ahorrar energía primaria por más de 17 millones de toneladas equivalentes de petróleo por año y emisiones por casi 60 millones de toneladas de CO2.

Debido a su histórica escasez de materias primas, Italia descubrió la economía circular antes de que tuviera este nombre. Un ADN que se percibe en muchas historias publicadas en este libro. Desde la empresa Dell’Orco&Villani de Florencia, que se ocupa de reciclar los “paños o trapos” del distrito textil de Prato, hasta el consorcio Comieco que transforma en embalaje el papel y el cartón de las industrias de Lucchesia (área que rodea la ciudad toscana de Lucca). Desde Orange Fiber, el primero en el mundo en patentar una tela extraída de los subproductos de los cítricos, hasta Regenesi de Bologna que convierte latas y frigoríficos en piezas de diseño y alhajas. Todos estos son ejemplos de cómo se puede hacer innovación sin perder el abandonar el propio espíritu y sin traicionar la vocación industrial de su propio territorio.

“El informe que hoy presentamos – explica Francesco Starace – demuestra que en el grupo de las 100 excelencias de economía circular en Italia, no se encuentran solamente grandes empresas, sino también pequeñas y medianas realidades, instituciones, asociaciones y cooperativas que tienen la capacidad de anticipar una época y que adoptan prácticas y procesos industriales virtuosos, resaltando la competitividad del sistema italiano en el ámbito internacional y contribuyendo a la lucha por el cambio climático”.

“Deberíamos ser menos perezosos y más curiosos”, incita Realacci, mientras admite que aún quedan muchos desafíos por afrontar. Por ejemplo, la falta de un marco jurídico para el end of waste (es decir, cuando un residuo deja de serlo), o la burocracia que actualmente le impide comenzar la producción a una empresa como Fater de Treviso, una de las protagonistas del libro y la primera del mundo en reciclar pañales al 100%.  

A pesar de los problemas, la economía italiana que se ocupa de reciclar y de reutilizar representa hoy en día un benchmark internacional, por ejemplo para la medición de la circularidad. Así lo han recordado Francesco Starace y Ermete Realacci, quienes dicen que a Italia le convendría “alzar el listón de la circularidad” también en Europa, transformando un interés ambiental en una oportunidad para el país. Además, porque la capacidad de reducir, reutilizar y reciclar los residuos de una empresa representa, actualmente, un valor económico y una ventaja competitiva. La perfección del círculo.