Pongamos a las redes en el centro de la transición energética

A word from Gianni Vittorio Armani - Head of Enel Grids and Innovability

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En un artículo sobre las nuevas inversiones que se están realizando en las redes eléctricas del Reino Unido, el semanario The Economist comentaba: «Los días de silenciosa y eficiente oscuridad de la red han terminado». Atrás quedaron los días en que las redes eléctricas permanecían en un segundo plano del debate energético, haciendo su trabajo en la sombra sin llamar demasiado la atención. Hoy, las redes están en el centro del debate entre políticos, inversores y técnicos de todos los países industrializados, sobre todo en Europa, porque sin una renovación profunda de las infraestructuras no puede haber una verdadera transición energética.

 

El nuevo rol de los consumidores

En la actualidad, el sector de la energía está experimentando un cambio de época con el crecimiento de la generación renovable distribuida, que también conlleva un nuevo rol para los consumidores. En los próximos años, cada vez más electricidad dejará de producirse de forma continua en grandes centrales de generación centralizada, para luego viajar en una sola dirección hasta los consumidores. En su lugar, la energía procederá de centrales renovables, cuya producción depende de los ritmos del sol o del viento, y de productores que, al mismo tiempo, son consumidores que dependen de la misma infraestructura para recibir energía o para introducir en el sistema el exceso de energía que producen. 

Ya vemos que esto ocurre dentro del Grupo; cada mes, añadimos unos 45 000 nuevos productores o «prosumidores» a nuestras redes de distribución en Italia, España y América Latina, y ya hemos alcanzado los 2 millones de prosumidores conectados a la red.

El último informe de la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés) señala que la cuota de la energía solar y eólica en la generación total mundial se duplicará hasta el 25 % en 2028 desde el 13 % actual, pero también advierte que las redes son ahora un cuello de botella. Desde 2010, las «listas de espera» para añadir nuevas centrales de generación a la red en EE. UU. se han multiplicado por 20. En Francia, las instalaciones solares y fotovoltaicas a la espera de ser conectadas se han duplicado desde 2018. En Gran Bretaña, hay 120 GW de energía renovable a la espera de entrar en el sistema antes de 2030. Tiempos y costes que corren el riesgo de ralentizar la transición energética. Por eso, la IEA recomienda que la inversión en redes se duplique respecto a los niveles actuales hasta alcanzar, al meno,  600 000 millones de dólares anuales de aquí a 2030, igualando la destinada a las renovables.

Así pues, el papel de las redes debe adaptarse y hacerse aún más flexible que en el pasado. Gestionar no solo un flujo unilateral y estable de energía, sino también el carácter variable y descentralizado de las fuentes renovables exige desarrollar y aplicar planteamientos innovadores que garanticen la estabilidad, la fiabilidad y la eficacia de la red.

 

Según la UE, las redes europeas también necesitan «modernizarse»

Por muy eficientes que hayan demostrado ser en el antiguo escenario energético, las redes de distribución actuales no están aún preparadas para gestionar un flujo masivo bidireccional e intermitente, ni para absorber el crecimiento de la demanda de electrificación que esperamos en las próximas décadas.

Para 2030, las redes europeas tendrán que integrar entre 700 y 800 GW adicionales de energía generada a partir de fuentes renovables, el 70 % de la cual procederá de recursos descentralizados. Casi la mitad de las redes de distribución europeas tienen más de 40 años, y la Unión Europea calcula que, en la próxima década, serán necesarios 584 000 millones de euros de inversión en redes eléctricas, una parte sustancial de los cuales se destinará a las redes de distribución.

No es casualidad que, en noviembre de 2023, la propia UE haya lanzado un ambicioso plan de acción sobre las redes del futuro, centrado en una serie de cuestiones clave:

  • acelerar la ejecución de los llamados «Proyectos de Interés Común» (los IPCEI, ambiciosas colaboraciones industriales a gran escala en sectores estratégicos para la industria europea, en las que participan varios Estados miembros y que suelen contar con asociaciones de los sectores público y privado);
  • mejorar la planificación a largo plazo;
  • introducir incentivos reguladores y aumentar la transparencia sobre las tarifas de las redes;
  • mejorar el acceso a los fondos disponibles aumentando la visibilidad de los programas de financiación; racionalizar las vías de autorización y crear cadenas de suministro más eficientes mediante la armonización de las normas de producción de la industria (en particular, el Grupo Enel promueve y participa en la Asociación Open Power Grids sobre esta cuestión).

Adaptar las redes al cambio climático

Todos ellos son puntos cruciales a los que yo añadiría, al menos, uno que quedó en segundo plano en el plan de acción europeo: la necesidad de actuar para adaptar las redes al cambio climático. Mientras la transición energética aumenta la carga de trabajo de las redes, el cambio climático plantea nuevas amenazas a las infraestructuras debido a fenómenos meteorológicos cada vez más extremos y frecuentes. Esto exige nuevas inversiones y nuevos marcos reguladores para garantizar la resiliencia de las infraestructuras. 

Para Enel, la centralidad de las redes en el nuevo escenario energético es evidente. Recientemente, el Grupo ha presentado a los mercados su plan de negocio trienal, en el que la mayor parte de las inversiones previstas por la estrategia (18 600 millones de euros, es decir, el 53 % de las inversiones para el periodo 2024-2026) se centrarán precisamente en las redes de distribución.

 

Inversiones específicas

De esos 18 600 millones de euros, el 50 % se destinará a mejorar la «calidad, la resiliencia y la digitalización», mientras que el 32 % se empleará en nuevas conexiones y el 18 % se dedicará a la gestión ordinaria de activos. La gran mayoría de las inversiones –el 80 %– se desplegará en Europa, donde el marco regulador es más estable y ofrece mayor seguridad de rentabilidad. Solo en Italia, dedicaremos inversiones de más de 12 000 millones de euros a las redes de distribución, un 47 % más que en el trienio anterior. Otros 2800 millones de euros se destinarán a la Península Ibérica, y 3500 millones de euros a Latinoamérica, de nuevo con aumentos significativos respecto al plan de negocio anterior.

Con esta estrategia también queremos enviar un mensaje a toda la industria: el mundo de la energía se encuentra en un punto de inflexión. No es el momento de prolongar una dependencia de los combustibles fósiles que, a largo plazo, solo sería más costosa y perjudicial para el medioambiente y para la independencia energética de los países. Es hora de situar las redes en el centro de nuestras estrategias, para construir un cambio energético eficaz, justo y sostenible.