Acceso a la energía eléctrica para todos

Acceso a la energía eléctrica para todos

A partir de la unión de más de 200 empresas repartidas por toda Italia, Enel fue fundada en 1962 con una doble finalidad: “llevar la luz” a los hogares de todos los italianos y apoyar el “boom” productivo. La primera etapa de una historia que comenzó hace 60 años y que hoy continúa llevando electricidad a todos los continentes.

En Italia, la electricidad tiene una larga historia sobre sus espaldas desde que, el 6 de diciembre de 1962, el Parlamento italiano aprobó la ley que dio vida al Ente Nazionale per l’Energia Elettrica (Enel), agrupando bajo el mismo techo casi la totalidad de las empresas de generación, transmisión y distribución de energía eléctrica en el país. Pero el reto que tuvo que superar la institución recién nacida fue mucho mayor, por las dificultades técnicas y organizativas, que el que tuvieron que afrontar, hasta entonces, las numerosas empresas privadas y públicas que gestionaban, a nivel local, la energía eléctrica en el territorio italiano desde finales del siglo XIX. De hecho, Enel se tuvo que hacer cargo de una nueva unificación italiana, un siglo después de la política: la unificación del acceso a la electricidad.

 

Unir un país con la electricidad

Cuando nació Enel, había solamente 13 millones de usuarios en toda la península, es decir que la luz llegaba a una parte de la población que, en esa época, ya superaba los 50 millones. Los desequilibrios geográficos y sociales eran evidentes. La mayoría de los que tenían acceso a la energía eléctrica eran los habitantes y las actividades económicas del norte, el 68,3% del total de usuarios. Solo el 17,3% era del centro de Italia y apenas el 14,4% del sur e islas. El boom económico que hizo que el PBI italiano tuviera un crecimiento récord del 6,3% anual entre 1958 y 1963, no fue acompañado por un fuerte y rápido crecimiento similar en la electrificación. A principio de los años 60, con sus 10 000 MW de potencia instalada y los 48 000 millones de kWh producidos, Italia era solo el noveno país europeo por consumo de electricidad per cápita.

Sin embargo, el consumo de energía eléctrica aumentó rápidamente, con un ritmo que alcanzó el 10% anual. Era una sociedad que se estaba transformando y que necesitaba más energía, una sociedad de consumo que compraba electrodomésticos para la casa. La industria estaba en pleno desarrollo. Como así también las realidades rurales, una economía donde la agricultura seguía siendo una parte fundamental con 1 200 000 viviendas rurales que carecían de energía eléctrica.

 Llevar finalmente el servicio eléctrico a todo el territorio nacional para apoyar el crecimiento económico y lograr que no hubiera diferencias entre norte y sur, ni entre las áreas urbanas y rurales, fue el reto que el estado le pidió a Enel con la ley de 1962. Un desafío técnico y organizativo.

 

Una red para innovar

En cuanto a la producción de energía, se necesitaban nuevas centrales. En sus primeros diez años de actividad, Enel invirtió aproximadamente 4,5 billones de liras (si actualizamos esta cifra equivaldría hoy a 56 000 millones de euros) para duplicar la capacidad productiva que había recibido como dote de las empresas absorbidas.

Sin embargo, las principales inversiones, esfuerzos e innovaciones se concentraron en la red. Para aumentar la eficiencia de la distribución se unificaron estándares y tecnologías. De las más de 200 empresas adquiridas durante el proceso de nacionalización, Enel heredó plantas con diferentes estándares y tecnologías, con más de 30 clases de tensión y más de 10 000 tipologías diferentes de equipos. La empresa se encargó de crear una verdadera red nacional de alta tensión para el transporte de energía a larga distancia y, en los comienzos de 1968, construyó la conexión de 380 kV entre Florencia y Roma, el primer puente entre la red de alta tensión del centro-norte con el del sur. Ayudó la informatización, con la introducción del diseño automático para las líneas de alta tensión que, a partir de finales de la década, permitió acelerar la expansión de la red.

Así nacieron nuevas conexiones para llegar a aquellos que no tenían electricidad o que no podían disponer de ella de manera estable. En la segunda mitad de los años 60 se realizaron, por ejemplo, conexiones submarinas entre la red eléctrica continental y las islas. Para las islas más pequeñas, como Elba o Ischia, que hasta ese momento dependían de sus centrales, significó tener suficiente energía para hacerle frente al desarrollo del turismo y a una demanda que cambiaba según las estaciones. Para una gran región insular como Cerdeña, rica en centrales termoeléctricas e hidroeléctricas pero que recién tuvo el primer electroducto a través de Córcega en 1967, las ventajas del cable submarino fueron en ambos sentidos. Así, la isla está segura frente a los picos de demanda gracias a la energía importada, pero cuando sea necesario, puede exportar el excedente de producción a Italia y a Córcega. Entonces, no solo aumentó la producción sino que la distribución fue más eficiente y flexible, con un nuevo modelo de red capaz de manejar los picos de demanda. Un reto similar que el que debe afrontar hoy con la integración de las fuentes renovables en la red.

 

La década de la electrificación

A comienzos de los años 70, al final de la primera década de actividad de Enel, los usuarios pasaron a ser 26 millones, casi el doble. La electricidad llegó a más de medio millón de aquellos hogares que, a principio de los años 60, carecían de la misma. El grado de electrificación del país llegó al 99%.

En diez años, Enel logró cumplir con la hazaña de darle a Italia una moderna red integrada de energía eléctrica, democratizando el acceso a la linfa vital del desarrollo. El mismo desafío que tiene que afrontar hoy. Como en los años 60, también hoy el consumo de la energía eléctrica está destinado a crecer y a cambiar rápidamente. Es necesario que se sigan renovando las tecnologías, introduciendo nuevas formas de generación, esta vez, de fuentes renovables y adaptando las mismas a la red de distribución. Con contadores y componentes de red inteligentes, aptos para un nuevo modelo de consumo que requiere eficiencia y flexibilidad para que la electricidad esté siempre disponible donde y cuando se necesite, sin desperdicios.

Pero esta vez, además, el reto es llevar la energía eléctrica hasta donde no llega o no es suficiente. En aquel momento, a millones de italianos. Hoy a sectores económicos que hasta ahora se abastecían, sobre todo, con otras formas de energía (especialmente el transporte). Y en aquellas áreas del mundo y para aquellas personas (770 millones según los datos de IEA de 2021, de los cuales tres cuartos en África) que, como en Italia durante los años 50 y 60, siguen esperando el acceso a la energía eléctrica como vector de emancipación y de desarrollo para las familias, las empresas y las comunidades.