Los años ochenta y el nacimiento del concepto de desarrollo sostenible

Los años ochenta y el nacimiento del concepto de desarrollo sostenible

Una década que comienza con una nueva crisis del petróleo y en la que la comunidad internacional logra un acuerdo para combatir las emergencias ambientales. La palabra clave será “desarrollo sostenible”. Continúa nuestro viaje por los 60 años de historia de Enel.

La década de los ochenta fue intensa y, a la vez, contradictoria, con un pie en el viejo mundo y otro en el nuevo. Comenzó en plena Guerra Fría, pero finalizó con la caída del Muro de Berlín. Sus inicios fueron marcados por una severa recesión provocada, una vez más, por la crisis del petróleo (la de 1979, tras la revolución iraní) pero continuó con una reactivación económica que en Italia representó el período de crecimiento más prolongado de la historia del país: 26 trimestres consecutivos, desde abril de 1984 hasta septiembre de 1990, con un aumento total del PIB del 21,4 %.

 

La década del ecologismo moderno

A menudo, nos olvidamos de que los años ochenta representaron una década decisiva para consolidar la conciencia ecológica moderna, las políticas de sostenibilidad, un nuevo concepto de la relación entre la industria, la sociedad y el territorio. Y, para Enel, fue la década donde la sostenibilidad se arraigó en las estrategias de la empresa. La experimentación con fuentes alternativas no fue una ­–o no fue la única– consecuencia de las preocupaciones estratégicas del país o de las tensiones internacionales, sino que formó parte de una visión a largo plazo del sistema energético y de su lugar en el mundo.

Fuera de la comunidad científica, todavía no existía una conciencia plena sobre el cambio climático. Pero otras crisis, que ya han sido olvidadas, ayudaron a que se firmaran convenios importantes para reducir las emisiones contaminantes de las industrias, como el fenómeno de las lluvias ácidas y el denominado agujero de la capa de ozono (que, en realidad, es la reducción de la capa de ozono sobre la Antártida). El primero, en particular, fue abordado en el Protocolo de Montreal de 1987 que, con éxito, impuso a las industrias la reducción de emisiones de dióxido de nitrógeno. Diez años después, representó un modelo a seguir para la firma del protocolo de Kioto relativo a las emisiones de CO2: la prueba de que la cooperación internacional y el diálogo entre la industria y la sociedad pueden conciliar la producción y la protección del medioambiente.

 

El relanzamiento de la hidroeléctrica

No fue casual que el Plan Energético Nacional italiano de 1985 haya dedicado una sección completa a la protección del medioambiente y a la reducción de la contaminación, donde se recordaban los objetivos (también adoptados por la Comunidad Europea, así se llamaba en ese entonces la Unión Europea) para reducir las emisiones de dióxido de azufre (SO2) también en la producción de energía eléctrica. Tampoco fue casual que ese mismo Plan siguiera impulsando las energías renovables, dando a Enel el mandato de construir nuevas centrales hidroeléctricas para generar 4000 MW y nuevas centrales geotérmicas para generar 900 MW. Además, el plan preveía la generación de 12 000 MW de energía en centrales nucleares, pero nunca se construyeron por el referéndum de 1987.

La atención hacia el medioambiente y la sostenibilidad se planteó de forma explícita, y por primera vez, en el plan industrial de Enel de 1985. Mientras tanto, la empresa construyó plantas futuristas de producción de electricidad a partir de energías renovables. Como Eurelios, la primera central termosolar del mundo, construida en Catania a comienzos de los años ochenta; las plantas fotovoltaicas de la isla de Vulcano, instaladas en 1984 y renovadas varias veces en los años siguientes; el parque eólico de Alta Nurra, en Cerdeña.

Más allá de las fuentes utilizadas, la construcción de nuevas centrales de producción o de red, se realizó cada vez con mayor atención al impacto sobre el territorio y las comunidades, mientras que se aplicaron la investigación y la innovación para reducir las emisiones contaminantes, incluso en las centrales tradicionales.

 

Nace el “crecimiento sostenible”

Desde la segunda mitad de la década de los ochenta, la sostenibilidad entró con más fuerza en el vocabulario de la política. En 1987, después de casi 3 años de trabajo de la Comisión Mundial sobre Medioambiente y Desarrollo de las Naciones Unidas, se publicó el informe "Nuestro Futuro Común" (Our Common Future), más conocido como el Informe Brundtland, por el nombre de la ex primera ministra noruega Gro Harlem Brundtland, quien lideró su redacción. Representó la tercera opción entre el optimismo incondicional de los años sesenta y el pesimismo predominante de los años setenta. Reconoció los límites del crecimiento del famoso informe realizado por el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y por el Club de Roma más de diez años antes, pero vislumbró en la investigación y en la cooperación internacional la clave para afrontar esos límites sin renunciar al crecimiento. Introdujo el concepto de “desarrollo sostenible” que garantiza el bienestar de las generaciones del presente sin comprometer el de las generaciones que vendrán. Con visión de futuro, apuntó a las energías renovables como un recurso aún no explotado pero que debía convertirse en fundamental. Sentó las bases sobre las que nacieron las cumbres mundiales sobre el clima, el trabajo del El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) e incluso la definición de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de Naciones Unidas.

 

La sostenibilidad se convierte en estrategia

Enel abraza totalmente este nuevo rumbo: la sostenibilidad se convierte en parte del ADN de Enel e impulsa su transformación, de ser gestor nacional a convertirse en la utility eléctrica privada más grande del mundo.

A partir de los años noventa y luego, en el nuevo milenio, introdujo el informe ambiental y de sostenibilidad. Actualmente, cultiva principios como el green procurement (Contratación sostenible), para asegurar la sostenibilidad de todos los procesos corporativos y de todos los proveedores. Realiza estudios periódicos sobre el impacto de sus centrales y sobre la biodiversidad. Asume compromisos puntuales para que la construcción de nuevas centrales no genere deforestación e introduce la economía circular en todas las actividades de la empresa, poniendo en marcha proyectos para la reconversión de centrales en desuso, adoptando el modelo de “obra sostenible” en todas las plantas y, con Enel X, ayudando a los clientes industriales y a las administraciones públicas a emprender el camino de la economía circular.

Se aceleran las instalaciones industriales eólicas y solares a nivel mundial hasta convertir al Grupo en el primer operador privado de energías renovables del mundo; el desarrollo industrial va siempre acompañado por experimentaciones innovadoras, como el “Diamante” fotovoltaico, que se inauguró en Roma en 2013 y donde la experimentación tecnológica se une a la experimentación arquitectónica para garantizar el respeto del territorio.

Durante la última década, los objetivos para reducir las emisiones han sido cada vez más ambiciosos, sobre todo porque es cada vez más evidente que el calentamiento global representa una amenaza real, y que el tiempo para intervenir y evitar catástrofes relacionadas con la crisis climática es cada vez más corto. Para 2030, el compromiso de Enel es reducir en un 80 % las emisiones de gases de efecto invernadero con respecto a 2017, a través de una revolución completa del mix energético, con la incorporación de 96 GW de renovables en 10 años y una reducción del 20 % en la producción de energía de fuentes fósiles. El Grupo anticipó para 2040 su compromiso de “Cero emisiones netas”, relacionadas tanto con la finalización de la generación térmica de combustibles fósiles como con la venta de gas natural a los clientes finales.

Convencidos de que la sostenibilidad tiene que ser un estímulo incluso financiero y de que las finanzas pueden y deben cumplir el rol de impulsor del desarrollo sostenible, recientemente Enel ha sellado sus compromisos mediante la introducción de instrumentos financieros innovadores, vinculados con la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (por ejemplo, reducción de emisiones, instalación de nueva capacidad renovable). El primer sustainability-linked bond (bono ligado a criterios de sostenibilidad), emitido en septiembre de 2019, fue recibido positivamente y con gran atención por los mercados financieros y, desde entonces, este tipo de instrumentos se está difundiendo rápidamente y está conquistando un sector cada vez más importante del mercado en el ámbito de las finanzas sostenibles en una escala global.