Los años dos mil: pioneros en las tendencias del nuevo milenio

Los años dos mil: pioneros en las tendencias del nuevo milenio

La digitalización involucra a todos los sectores productivos, el camino hacia las redes inteligentes comienza con el primer smart meter en 2001. Mientras tanto, el crecimiento se vuelve sostenible y el concepto de responsabilidad social adquiere cada vez más importancia. Continúa nuestro viaje a través de los 60 años de Enel.

Cada década tiene su propio reto. La Italia de los años sesenta estaba ávida de energía para apoyar el crecimiento de la posguerra y el reto –para la recién fundada Enel– era llevar la red eléctrica a todos los rincones de la península. En los albores del nuevo siglo, nuestro país y la industria en general están buscando un nuevo tipo de crecimiento, el crecimiento sostenible. Todavía se necesita la energía, pero sobre todo la inteligencia para producirla, consumirla y medirla. Condiciones necesarias para lograr la máxima eficiencia y preparar el terreno para la integración de las energías renovables en la red. La inteligencia requiere información, y la manera principal de reunir y seleccionar la información es la digitalización: un proceso que involucra a los principales sectores productivos y que no puede dejar de lado a la red eléctrica, columna vertebral del sistema de producción.

La conversión de analógico a digital comenzó para Enel en 2001, con la instalación de los primeros contadores inteligentes o smart meters. Obra del célebre diseñador Michele de Lucchi, y equipados con una pantalla de cristal líquido, estos dispositivos permiten por primera vez a los proveedores de energía leer el consumo y gestionar determinadas operaciones contractuales a distancia. Mientras que el cliente puede comprobar su consumo y sus costes en tiempo real, y agilizar la apertura y el cierre de los contratos.

 

El primer ladrillo de la red inteligente

Los contadores inteligentes son la primera piedra fundamental de la red inteligente, las redes eléctricas inteligentes en las que se centrarán los esfuerzos de Enel a lo largo de la década, permitiendo a Italia desempeñar un papel pionero en todo el mundo. Una red inteligente no es más que dos redes en una: una red de distribución de electricidad combinada con una red informática que conecta plantas de producción, centros de clasificación, sistemas de almacenamiento y usuarios finales que también se convierten en productores, como los que tienen un sistema fotovoltaico en el tejado de su casa. En la red informática viajan las informaciones sobre la cantidad de energía producida y consumida por cada uno, y sobre la cantidad de energía necesaria e intercambiada a gran escala. Combinada con los algoritmos adecuados, una red de este tipo es capaz de gestionar mejor los picos de demanda, la energía generada por el sector fotovoltaico y el eólico o el consumo relacionado con el uso de sistemas de calefacción y aire acondicionado.

 

El consumidor se convierte en un agente activo de la red

A lo largo de la década, Enel ha trabajado en la digitalización de la red eléctrica: con nuevos contadores, con la modernización de las subestaciones de baja tensión y, sobre todo, con un enorme esfuerzo de investigación y desarrollo. De ello se encarga una empresa ad hoc, Enel Distribuzione, creada en 1999 luego de la privatización y rebautizada en 2016 como e-distribuzione. El trabajo de investigación de los «años cero» conducirá en las décadas siguientes a la aparición de las primeras auténticas redes inteligentes. En Isernia, varios miles de ciudadanos están conectados por primera vez a una red que permite un flujo bidireccional, en el que cada consumidor puede ser también productor (el llamado prosumidor) y la carga de energía se modifica en tiempo real según las necesidades.

 

Desarrollo sostenible y responsabilidad social

El desarrollo de las redes inteligentes forma parte del objetivo más general de promover un desarrollo verdaderamente sostenible; en este marco, Enel se adhirió en 2004 al Pacto Mundial de las Naciones Unidas: un acuerdo mundial que vincula a las empresas comprometidas en centrar su trabajo en la sostenibilidad medioambiental y la responsabilidad social. Enel suscribe los principios fundamentales del Pacto en materia de derechos humanos, normas laborales, protección del medioambiente y lucha contra la corrupción. Esto se traduce en la obligación de informar anualmente a sus stakeholders sobre los avances en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. En 2011, la participación de Enel en el Pacto dio un nuevo salto de calidad, con su ingreso en el Global Compact LEAD, un selecto grupo de empresas reconocidas como líderes mundiales en sostenibilidad.

En todo esto, crece el papel de las energías renovables. Al final de la década, Italia es el tercer país de Europa tanto en términos de nueva capacidad eólica instalada (1113 MW solo en 2009) como de capacidad acumulada (4850 MW). En cuanto a la fotovoltaica, en 2009 se superó el umbral de 1000 MW instalados. Según los datos de Enea (la agencia nacional italiana para las nuevas tecnologías, la energía y el desarrollo económico sostenible), solo en 2009 la nueva potencia fotovoltaica instalada (574 MW) es mayor que toda la potencia acumulada en los años anteriores, y muy superior a la potencia total acumulada hasta el año anterior. Fue también durante estos años, en 2008, cuando se fundó Enel Green Power, la empresa que, como líder mundial, guiará el desarrollo de las energías renovables y la innovación tecnológica en el sector durante la siguiente década.

La experiencia adquirida al principio del milenio, ahora se pone a disposición de otras empresas de distribución de electricidad de todo el mundo a través de Gridspertise, una empresa del grupo que ofrece soluciones sostenibles y de vanguardia para la actualización tecnológica y la digitalización de las redes y los sistemas de medición. Y esa experiencia, también da forma a una estrategia global para las redes de distribución, Grid Futurability®: una hoja de ruta –respaldada por 60 000 millones de euros de inversión hasta 2030– para aprovechar al máximo tanto las infraestructuras de red existentes como las innovaciones tecnológicas y adaptarlas localmente para construir redes más resilientes, participativas y sostenibles, capaces de hacer avanzar los sistemas energéticos hacia un futuro de cero emisiones.