Hoja de ruta para una cadena europea de suministro de energías renovables cada vez más autónoma

Hoja de ruta para una cadena europea de suministro de energías renovables cada vez más autónoma

Una serie de elecciones estratégicas podrían permitir a la Unión Europea y a Italia cubrir en 2030 –gracias a su producción manufacturera– más del 50 % de la demanda nacional de paneles fotovoltaicos, casi el 90 % de la de baterías y más del 60 % de la de bombas de calor. Así lo indica un estudio realizado por la Fundación Enel y The European House - Ambrosetti, presentado hace unos días.

 

{{item.title}}

Europa e Italia se han fijado objetivos ambiciosos para la transición hacia la descarbonización, mediante la adopción de energías renovables y la electrificación del consumo final. Sin embargo, la aplicación de estos planes corre el riesgo de chocar con una realidad compleja, que requiere un análisis cuidadoso y estrategias innovadoras: una de las cuestiones centrales se refiere a la actual dependencia de las tecnologías energéticas importadas de terceros países, en particular China que, hoy en día, suministra una media del 65 % de los componentes clave para la descarbonización a escala mundial

El informe «Cadenas de suministro estratégicas para la transición energética. Una hoja de ruta industrial para Europa e Italia», presentado hace unos días en el Foro anual Ambrosetti de Cernobbio, indica que los «cuellos de botella» a los que se enfrentan hoy las cadenas de suministro de la industria energética son superables, permitiendo un salto significativo en la autonomía de fabricación ya para 2030. Pero para que esto ocurra, la UE e Italia deben aplicar rápidamente determinadas condiciones, empezando por una remodelación efectiva de los fondos existentes, con la aceleración del reciclaje de materiales (hoy, por ejemplo, el 81 % de la capacidad mundial de reciclaje de litio de las baterías se concentra en China, donde se espera que aumente a más del 90 % en los próximos años), el desarrollo de procesos de innovación cooperativa y la definición de un marco fiscal y reglamentario transparente y estable. 

 

Superar el «trilema energético»

La actual dependencia industrial de Europa en los principales sectores de la «revolución de las renovables», supone una amenaza para su soberanía tecnológica, pero también representa una oportunidad única para el desarrollo de cadenas de suministro locales capaces de generar beneficios económicos y sociales de gran alcance.

El enfoque basado en las energías renovables, las redes eléctricas digitales avanzadas y la electrificación del consumo puede superar el reto histórico del «trilema energético», es decir, el equilibrio entre coste, seguridad y sostenibilidad. Para ello, es necesaria una amplia reconversión industrial; la inversión masiva en infraestructuras energéticas sostenibles es crucial, pero no suficiente por sí sola. El desarrollo de competencias y la creación de cadenas locales de suministro industrial verde son igualmente cruciales, como indica el estudio de la Fundación Enel y The European House - Ambrosetti.

Europa, incluida Italia, va a la zaga de China en la producción de materiales y componentes clave para la transición energética. Según los datos, la cuota de Europa en la producción de componentes estratégicos de tecnologías limpias clave sigue siendo del 14 % de media. Para hacer frente a este reto, la Unión Europea lanzó recientemente la «Ley sobre la Industria de Cero Emisiones Netas» con el objetivo de producir, para 2030, al menos el 40 % de las tecnologías verdes en Europa. Estos ambiciosos objetivos requieren un uso eficiente de los fondos existentes, que ascienden a 695 100 millones de euros en el periodo 2021-2027, para apoyar el desarrollo y la producción de tecnologías de emisiones cero.

Sin embargo, los fondos de la UE suelen centrarse en las primeras fases de desarrollo, lo que deja un vacío en la aplicación y el refuerzo de la capacidad de producción local. En este contexto, la producción de paneles fotovoltaicos y baterías en Europa es más cara que en China. Los costes de inversión de las fábricas de paneles fotovoltaicos en Italia y la UE son entre 2,2 y 5,6 veces superiores a los de China. Además, los gastos de funcionamiento y los costes energéticos también son más elevados.

 

Reducir el tiempo

Uno de los principales retos es el tiempo necesario para desarrollar las instalaciones de producción. En Europa, la construcción de una fábrica de paneles fotovoltaicos lleva, actualmente, de 20 a 40 meses, frente a los 12 a 24 meses de China. Estos retrasos también se reflejan en la producción de baterías, para la que la construcción de una gigafábrica puede llevar hasta cinco años.

Además, la industria de las energías renovables requiere una alta especialización y cualificaciones avanzadas. Según un estudio de la Agencia Internacional de la Energía, el sector energético requiere un 

45 % de trabajadores con educación terciaria, lo que pone de relieve la necesidad de programas de mejora y reciclaje profesional para hacer frente a este reto. 

La falta de especialización es claramente visible en la industria fotovoltaica, donde determinadas fases de la cadena de producción requieren competencias altamente cualificadas y acceso a la tecnología más avanzada. La falta de competencias e infraestructuras conexas es un obstáculo que hay que superar.

Por último, la falta de integración en las fases anteriores de la cadena de suministro es otro factor limitante. Mientras que en China existe una considerable integración vertical entre las fases de producción, extracción y refinado de materias primas, en Europa falta esta sinergia. Esta carencia es especialmente evidente en el sector de las baterías, donde Pekín cuenta con una gran capacidad de extracción y transformación de materiales clave.

 

Políticas estratégicas

Para hacer frente a estos retos, Europa debe adoptar una estrategia clara e innovadora. El informe sugiere una serie de políticas a nivel italiano y europeo. Para Italia, es importante simplificar los procedimientos de autorización, incentivar la construcción de gigafábricas y la adopción de tecnologías eficientes como las bombas de calor, así como desarrollar cadenas de reciclaje de materias primas. 

A nivel europeo, se debería hacer hincapié en la distribución del valor estratégico –definiendo también mecanismos financieros, como la exención del IVA sobre las tecnologías producidas en Europa, que abarataría los productos nacionales precisamente por los beneficios socioeconómicos que generan–, en la colaboración entre los Estados miembros en I+D e innovación industrial, en la promoción de normas ESG vinculantes y en la creación de un marco de gobernanza común.

En resumen, Europa se enfrenta a importantes retos a la hora de producir y desarrollar tecnologías clave para la descarbonización. Sin embargo, estos retos pueden convertirse en oportunidades mediante una visión estratégica, inversiones específicas y políticas innovadoras. La creación de cadenas de suministro locales competitivas y sostenibles no solo permitirá a Europa cumplir sus objetivos de descarbonización, sino que también garantizará beneficios económicos y laborales duraderos.